Hace unas semanas mi amiga N me decía que le fastidiaba tener que volver otra vez a la casilla de salida. Y eso que es mucho más joven que yo, y proporcionalmente, ha tenido que volver menos veces. Querida amiga, la vida es así, por lo menos la mía.
Yo estoy a punto de volver otra vez a la casilla de salida. Ella en cierto modo ya ha vuelto. Quizá ya esté y no lo sabe. Yo estoy en la cuenta atrás.
Yo tenía una vida. El baloncesto, la música, las motos, la escritura, los libros, los amigos, la familia. Hace ya tiempo que la he perdido, y he decidido recuperarla.
Hace quince años fue el gran punto de inflexión de mi vida: se murió mi padre, tuve que afrontar una estafa en los tribunales que pretendía dejarnos sin nada, mi novia de entonces mi dejó, y lo que podía haber sido el trabajo de mi vida no pudo ser. Me puse a trabajar en otra cosa que no tenía nada que ver con lo que había hecho hasta entonces, a estudiar un módulo de FP informática por las mañanas, empecé a vivir solo, y desarrollé una carrera profesional.
En todo ese tiempo, salvo breves períodos de tranquilidad, siempre he tenido momentos de lucha, de tensión. He sentido no encajar. Sigo siendo la pieza del puzzle perdido.
En un momento dado no hace mucho me dije ¿y por qué no? Y he estado cerca de otro sueño, era muy difícil, he puesto todo de mi parte, pero es que no. Y yo sabía dentro de mí, porque mi enanito en la boca del estómago (como el que tenía Edward G Robinson en Double Indemnity) me decía que no. De hecho la primera vez dije no. Pero prefiero siempre arrepentirme de algo que he intentado que de no haber intentado algo.
En un momento dado decidí no conformarme, dejar de quejarme y hacer algo al respecto. Y como dice mi amigo Germán, al que debo mucho, si te rompes los dientes, pues te buscas el mejor dentista. En ello estoy.
La vida es un proceso largo de auto conocimiento. Yo soy música, baloncesto, una guitarra que suena, un libro que se abre y huele a nuevo; un triple con el sol dándome en los ojos. Una página en blanco como la que tenía hace unos minutos delante de mí. Un viaje en moto, una playa en Croacia, el viento en mi cara. Y un reloj de arena con toda la arena arriba y tiempo para gastar. La vida de personas apasionantes que se preguntaron por qué. Y conocer, y aprender, y saber cada vez más. Y hacerse preguntas, e intentar llegar a conocer las respuestas. Todo lo que se aproxime a eso y me permita ganarme la vida con ello, es mi felicidad. El dinero no es importante. El poder, el prestigio, la posición, la fama, tampoco lo son.
El trabajo es un medio para poder vivir. La vida es una película donde cada fotograma es irrepetible. El tiempo es un taxímetro celoso que corre más deprisa o más despacio. Uno es quien es, y debe cumplir sus propios mandamientos. Si no lo haces así, estás jodido, amigo.
Así que vuelvo a jugar otra vez, y le pido otra carta al croupier. Carta, por favor.