LO QUE VOSOTROS TENÍAIS NO ERA UN VERDADERO SOCIALISMO

Acabo de leer un libro que me ha encantado, Libre: El desafío de crecer en el fin de la historia, escrito por Lea Ypi. Es la historia de una niña albanesa que ve desmoronarse su mundo a los 11 años, cuando cae el régimen comunista de Enver Hoxa.

Quiero extraer algunos párrafos del libro que aplican a conversaciones que he tenido hace poco con amigos míos de izquierdas, y que se resumen en que el denominado socialismo real no es el verdadero socialismo (o comunismo). En este texto la autora habla de la reacción de sus amigos socialistas de la universidad en Italia cuando les cuenta que es albanesa y ha vivido en la Albania de Hoxa:

«Que me apropiara de la etiqueta de socialista para describir mis experiencias y, al mismo tiempo, asimilarlas a su compromiso político era algo que a veces les parecía una provocación sospechosa a mis amigos universitarios (…) Lo que vosotros teníais no era un verdadero socialismo, me decían casi sin poder disimular su irritación. Mis historias sobre el socialismo en Albania y mis referencias a los demás países socialistas que nos habían servido de modelo eran, en el mejor de los casos, toleradas como los típicos comentarios bochornosos de una extranjera que aún estaba aprendiendo a integrarse. La Unión Soviética, China, la República Democrática Alemana, Yugoslavia, Vietnam, Cuba, tampoco había nada socialista en ellos. Todos eran considerados los merecidos perdedores de una batalla histórica a la que todavía no se habían sumado los verdaderos y auténticos portadores de este título.

Y sin embargo, el futuro al que aspiraban, así como el futuro que en su momento encarnaron los estados socialistas, se inspiraba en los mismos libros, en las mismas críticas a la sociedad y en los mismos personajes históricos. Pero, para mi sorpresa, lo consideraban una desafortunada coincidencia. Todo lo que había salido mal en mi lado del mundo se debía a la crueldad de nuestros líderes o a la naturaleza particularmente atrasada de nuestras instituciones. Creían que no había nada que aprender de aquello. Que no existía peligro de repetir los mismos errores ni razón alguna para reflexionar sobre lo que se había logrado y por qué se había destruido.

Es muy fácil decir «lo que vosotros teníais no era lo verdadero»; la frase puede aplicarse al socialismo, al liberalismo, a la Iglesia católica, al Islam o a cualquier otro híbrido compuesto de ideas y realidad. Así se quita peso a la responsabilidad individual. Dejamos de ser cómplices de las tragedias morales creadas en nombre de las grandes ideas y ya no es preciso reflexionar, pedir disculpas ni aprender».

Como dice Slavoj Zizek en un artículo en El País sobre este libro, «no se trata de cambiar el mundo a ciegas; se trata, primero y ante todo, de ver el mundo y comprenderlo».

Y yo a mi edad ya no aspiro a refutar religiones (paganas). No aspiro a ningún paraíso en la tierra, sino a un mundo un poco mejor. Defiendo mi derecho a equivocarme, y también a la libertad frente a la liberación. Abrazo la responsabilidad individual, aunque a veces pesa mucho. Y sigo creyendo que los dos grandes males pasados y actuales de la Humanidad son dos fervores, el nacionalista y el religioso.

Y creo en las ideas frente a las ideologías.

AMNISTÍA, DEMOCRACIA Y ESTADO DE DERECHO

Tras unos días de lectura y reflexión, me he decidido a escribir este texto. En primer lugar, decir que estoy seriamente preocupado. Hay un ambiente de confrontación civil y división en España que se va acrecentando con el paso de los días. Asimismo, me preocupa el deterioro del Estado de Derecho que estamos padeciendo en paralelo a esa división. Aclarar que no voy a hablar del asunto catalán o de su posible resolución, sólo de las razones por las que creo que el acuerdo de investidura de Pedro Sánchez con Junts pone en peligro la esencia misma del sistema democrático, y nos embarca en un rumbo hacia países que se encuentran en la actualidad en situaciones políticas y económicas poco recomendables, como Argentina.

En primer lugar, aclarar que lo que vamos a analizar es el texto del acuerdo firmado en Bruselas por el PSOE y Junts, que pueden leer aquí. No se ha presentado a fecha de hoy el proyecto de ley para la amnistía, pero sí el texto del citado acuerdo, y en él hay un párrafo como sigue:

«La ley de amnistía, para procurar la plena normalidad política, institucional y social como requisito­ imprescindible para abordar los retos del futuro inmediato. Esta ley debe incluir tanto a los responsables como a los ciudadanos que, antes y después de la consulta del 2014 y del referéndum del 2017, han sido objeto de decisiones o procesos judiciales vinculados a estos eventos. En este sentido, las conclusiones de las comisiones de investigación que se constituirán en la próxima legislatura se tendrán en cuenta en la aplicación de la ley de amnistía en la medida que pudieran derivarse situaciones comprendidas en el concepto lawfare o judicialización de la política, con las consecuencias que, en su caso, puedan dar lugar a acciones de responsabilidad o modificaciones legislativas».

Considero importante aclarar algunos conceptos que veo que se suelen mezclar o confundir. La amnistía y el indulto son conceptos jurídicos completamente diferentes.

Según el Diccionario panhispánico del español jurídico, de la Real Academia Española (RAE), la amnistía es una «forma de ejercicio del derecho de gracia que corresponde a los poderes públicos. Tiene naturaleza colectiva, y se ordena normalmente por razones de orden político de carácter extraordinario, como el término de una guerra civil o un período de excepción. El artículo 62 i) de la CE prohíbe el otorgamiento de indultos generales».

El indulto se basa en razones de equidad y se concede individualmente, como por ejemplo un ex toxicómano ya rehabilitado al que años después le llega una causa penal de la época en la que delinquía.

La principal característica que los separa es que, mientras el indulto supone el perdón de la pena impuesta -por lo que sus beneficiarios tienen que ser necesariamente condenados-, la amnistía supone no solo el perdón de la pena, sino también el olvido del delito cometido, un borrón y cuenta nueva, que equivale a que esa conducta delictiva nunca se hubiera llevado a cabo, como si el Estado que lo juzgó no tuviera ahora legitimidad. Así sucedió, por ejemplo, en 1977 con la Ley de Amnistía tras el franquismo.

La razón de estar hablando de amnistía es sobre todo porque a Puigdemont no se le puede indultar hasta que no sea juzgado y condenado, por lo cual para salvar su situación procesal hay que recurrir a una figura muy excepcional, como es la amnistía, y sin que se den las circunstancias de excepcionalidad propias de esta figura jurídica.

El hecho de que no se mencione la amnistía en la Constitución divide a los juristas respecto de su constitucionalidad. Sin embargo, los ‘padres’ de la Carta Magna la descartaron y el Congreso de los Diputados lo frenó en dos enmiendas.

El otro concepto que conviene aclarar es el de lawfare. Se trata de una palabra que se ha utilizado mucho en América (el primer estudio sobre el tema surge en EEUU en 2001) para indicar el presunto uso fraudulento de los procesos judiciales, cuando se ha acusado sin pruebas para desprestigiar al oponente, y según sus defensores, politizar la justicia. Algunas de sus presuntas víctimas han sido Dilma Rousseff y Lula da Silva en Brasil,​ Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Fernando Lugo en Paraguay, Thelma Aldana en Guatemala​ y Evo Morales en Bolivia.

En primer lugar, asumiendo este concepto de lawfare en la democracia española, estamos afirmando que todos los condenados e imputados en el marco de los hechos de la declaración unilateral de independencia de 2017 han sido procesados y condenados por sus ideas, y no por la comisión de delitos tipificados en el Código penal, y los jueces por lo tanto han prevaricado. Y esto no es cierto: los hechos encajaban en los tipos delictivos, se proclamó la independencia, se malversaron caudales públicos y se celebró un referendum ilegal sin ninguna de las garantías jurídicas y legales.

De hecho, si se hubiera perseguido a estas personas por su ideología, tendrían que haber sido todos acusados, (y sólo lo fueron un número reducido de ellos), y sus actividades prohibidas. No sólo no fue así, sino que actualmente incluso ¡gobiernan en Cataluña!. Por no hablar de ciertas personas que afirman ser objeto de lawfare y son delincuentes comunes, como Laura Borrás, condenada a cuatro años y medio de cárcel por trocear contratos, y a nueve años por prevaricación; o Gonzalo Boye, acusado de blanqueo de dinero y narcotráfico. Si no tuvieran relación con un partido independentista catalán, no estaríamos discutiendo estos casos.

Pero entonces ¿por qué creo que este párrafo del acuerdo es una bola de demolición del Estado de Derecho? Porque la cosa no termina aquí. No es que se aplique la amnistía y borrón y cuenta nueva, hay más. En él se indica que unas comisiones establecidas en el parlamento vigilarán la actuación futura de los jueces y podrán «dar lugar a acciones de responsabilidad o modificaciones legislativas». Y esta es una ventana abierta a que el poder legislativo (en realidad el ejecutivo, ya que el legislativo en la práctica es sólo la correa de transmisión de las órdenes de los partidos políticos, y en el caso del Gobierno, el ejecutivo) pueda modificar a su voluntad lo que los jueces puedan decidir sobre cualquier materia, y no sólo eso, sino que se les amenaza directamente. Porque una vez abierta la caja de Pandora, ¿dónde se pone el límite? De este modo se está creando una casta de políticos impunes que, por los mismos hechos por los que a usted se le condenaría (por ejemplo, cerrar un aeropuerto), ellos salen absueltos.

Todo ello supondría, tal como han manifestado todas las Asociaciones Judiciales y otras muchas (fiscales, notarios, inspectores de Hacienda, administradores civiles del Estado, etc) que el tuitero Diego Chopenawer recoge aquí, una intromisión en la independencia de los Jueces, pilar básico del Estado de Derecho y una quiebra evidente de la división de poderes. Los Juzgados y Tribunales se limitan a cumplir con el mandato constitucional del art. 117 CE, actuando con independencia y sometidos únicamente al imperio de la Ley aprobada por el Parlamento. Asimismo, supondría una clara violación del art. 2 del Tratado de la Unión Europea, que establece que la Unión se fundamenta, entre otros valores, en el respeto al Estado de Derecho. El comisario de Justicia Reynders ya ha pedido explicaciones al Gobierno, y puede que sigamos el camino de Polonia y Hungría en breve.

Estos conceptos manejados en el acuerdo supone la asunción de un concepto de democracia muy lejos de la auténtica, que implica que cuando uno gana las elecciones todos los poderes del Estado deben plegarse a la voluntad del ganador, incluso si gana por un sólo voto. Esa patita totalitaria asoma en tweets como este de Ione Belarra:

Aparte de la manifiesta ignorancia sobre la organización del Estado en que es ministra, ella tiene asumido que los tribunales y los órganos políticos de control como el Tribunal Constitucional tienen que obedecer al Gobierno.

Pero lo peor de todo no es eso. Lo peor es que estamos en manos de una persona que, con tal de mantenerse en el poder, es capaz de cualquier cosa. Si el PSOE no necesitara los siete votos de Junts, estoy completamente seguro de que ni siquiera estaríamos hablando de esto y yo no estaría escribiendo esta entrada. Y por supuesto que la amnistía no estaba en su programa electoral, por lo que es fraudulento no sólo incumplir lo prometido, sino hacer todo lo contrario. Y en esto también hay grados: no es lo mismo subir los impuestos después de prometer bajarlos que aprobar una amnistía después de afirmar por activa y por pasiva que es inconstitucional, como han hecho incontables miembros del PSOE. Pasen y vean todas las veces que negaron que fuera a haber amnistía si gobernasen, de nuevo gracias al trabajo de Diego Chopenawer:

Pedro Sánchez es un señor que, con tal de gobernar, es capaz de pactar con un prófugo de la justicia que ha dado un golpe de Estado, proclamando un Estado independiente, y a continuación huyendo con gallardía en el maletero de un coche, y cuyo abogado ha sido procesado por blanqueo de capitales y narcotráfico junto a Sito Miñanco.

Desde que gobierna Pedro Sánchez, España ha bajado en dos de los tres índices de calidad democrática que él mismo utilizó en la moción de censura (V-Dem; The Economist; y Freedom House), mintiendo (qué raro, ¿verdad?) al afirmar que España había mejorado su posición en los tres.

En conclusión, estamos ante un hecho alarmante que supone de facto el control del poder judicial por parte del Gobierno, y una clara merma de la calidad de nuestra democracia. Yo he tenido claro desde el principio que lo que Sánchez primero hizo al PSOE (borrar del mapa toda disidencia interna y eliminar los controles a su poder) luego lo pretendería hacer con España. Un resumen de ambos lo hice en esta entrada. Pero nunca me hubiera imaginado la indignidad que estamos presenciando ahora mismo, y el riesgo que supone para nuestra democracia.

Y los argumentos que leo de gente a favor son infantiles y no desvirtúan todos los argumentos que he utilizado, nuestro tuitero favorito ha recopilado unos cuantos. Compran el marco mental del pacto del Tinell por el cual el PSOE se comprometía a no volver a pactar con el PP, y que hace que los dos partidos que representan al 86% de los escaños vivan dándose la espalda el uno al otro. Todo vale con tal de que el PP no gobierne. Porque cuando se dice que Merkel no pactó con la ultraderecha se omite que durante ocho años gobernaron con los socialistas, que son…los que ahora gobiernan Alemania. ¿Se imagina alguien a Olaf Scholz pactando para gobernar y amnistiando a unos teóricos independentistas bávaros fugados de la justicia por rebelión y malversación, después de hacer un referéndum ilegal y declarar la independencia de Baviera?

No voy a usar palabras gruesas ni otras que no corresponden. No estamos en una dictadura, ni ante un Gobierno ilegal o ilegítimo, aunque hayan utilizado la mentira y el engaño como arma principal. Pero sí que creo que, como pueden atestiguar en Argentina, podemos sufrir el síndrome de la rana hervida, que murió sin darse cuenta a fuego lento, creyendo que todavía estaba en una democracia plena, mientras hervía despacito en la olla. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos denunciar estos ataques al Estado democrático y de Derecho.

AUTORRETRATO VIAJERO

Viajar. Desde muy pequeño he estado acostumbrado a hacerlo. Mis padres siempre nos llevaron de viaje por España en coche, y la recorrimos casi toda. De mayor fui descubriendo que era de esas cosas a las que no podía renunciar.

Y ahora mi querido amigo Rafa me pone en la tesitura de retratar mi yo viajero. Cómo eres viajando, qué cosas te gustan y no te gustan. Y me parece un tema muy interesante, incluso para una entrada en el blog.

He ido, como en muchas otras cosas, cambiando. Cuando tuve mi primera moto fui a muchos sitios, incluso más lejos de lo que la prudencia aconsejaría. Nuestro plan de fin de semana era moto + mochila +tienda, comprar la revista de motos de la semana el lunes y buscar destino. Con tres o cuatro mil de las antiguas pesetas nos valía para desayuno, comida y cena, cervezas y a veces conciertos y algo más. Pero me estoy desviando de la cuestión.

A fecha de hoy, como dice Fernando Savater, aspiro a ser un burgués no demasiado gruñón y más bien razonable. Tengo mis sesgos viajeros, que tienen mucho que ver con mis aficiones. Una esquina mugrienta y sin nada aparentemente destacable en la calle 52 y Broadway en Nueva York es para mí un lugar especial. Se conoce como la encruicijada de los músicos. Ahí estuvo el hotel Alvin, donde murió Lester Young. EEUU, Canadá y Europa me atraen mucho por conexiones culturales fuertes: el cine, la música, el deporte.

Voy a empezar a sesgar, y a lo mejor puedo ser dolorosamente sincero: no me atrae América del Sur, no me atrae África, no me atrae Australia. Aunque me gustó mucho el libro de Bill Bryson sobre Australia. Asia me resulta indiferente a priori. La podemos envolver en el rechazo que me genera el Tercer Mundo en general. No se trata de menosprecio o de mirar por encima del hombro: consiste más bien en mi aburguesamiento progresivo, por el cual me gustaría evitar en la medida de lo posible incomodidades o molestias, como dormir en una tienda de campaña o en el suelo, arriesgarme con la comida o con el agua. Si por circunstancias lo tengo que hacer lo haría, pero lo justo y necesario. Estoy viendo los viajes de Charlie Sinewan en Youtube por Sudamérica y la verdad es que a priori no me interesa casi nada de lo que sale, honestamente.

De hecho, estaría dispuesto a pasar incomodidades a cambio de ver cosas interesantes. Pasarme horas viendo carretera plana y paisajes llanos no me llaman la atención. Nunca haría la ruta 66. Mi viaje soñado equivalente sería hacer Vancouver hacia el sur pasando por todos los parques nacionales (Yosemite, Yellowstone, Zion, etc). Carretera, pero con cosas para ver. Espero vivir lo suficiente para poder hacerlo, aunque mi cuerpo no acompañe. No me interesa llegar a Los Ángeles. Tampoco me interesa mucho esa ciudad.

En 2019 cumplimos un sueño, haciendo unos 7.000 km por Canadá y EEUU (diez estados en total), incluidos el Grand Ole Opry en Nashville, y en coche. No se me hizo largo. Además, siempre me ha gustado conducir. Es cierto que hay sitios, como hablé con mi querido amigo Rafa, en los que no puedes hacer eso, porque te estás jugando la vida. En sitios donde no hay asistencia, agua, cobertura del móvil, o simplemente no pasa nadie, eso es arriesgarse a morir.

Prefiero ver montañas, ríos y arroyos a desiertos o llanuras. Prefiero ver el mar a no poder verlo. Prefiero ver Historia (con mayúscula), monumentos, edificios, iglesias, a no verlo. Prefiero escuchar música en directo a no hacerlo. Me gusta hablar con la gente e intercambiar pareceres sobre la vida y sobre el mundo.

Con la moto hemos viajado por Italia, Albania, Croacia, Montenegro, Bosnia, y me gustaría volver y hacerlo por otros países distintos. Bajar el Danubio, como en la novela de Julio Verne El piloto del Danubio, sería algo bonito de hacer. Con la moto hemos elegido siempre la opción de profundizar un poco más en cada lugar a cambio de no estar todos los días en carretera. Utilizar un lugar como base para explorar alrededores, en vez de ir más lejos, pero sin ver casi nada de esos lugares.

Me gusta empollarme antes de viajar sobre donde voy. Antes de ir a los Balcanes me leí el libro Balkan ghosts, de Robert Kaplan, que me ayudó a entender muchas cosas.

Por otro lado, soy poco aventurero, tengo vértigo, nunca voy a tener un accidente escalando. Nunca he sido muy fan de hacer cosas tipo puenting, escalada, alpinismo, espeleología, rafting, paintball. Podría ir en una canoa o montar a caballo. Me gusta navegar, de hecho, tengo el proyecto de sacarme el título para poder navegar en un barco pequeño y utilizarlo de vez en cuando. Nunca me he mareado en un barco, y he viajado en unos cuantos, grandes y pequeños.

Sí me gusta el senderismo, y soy capaz de andar mucho, en tiempo y distancia. Me he acostumbrado a andar rápido, y a veces tengo que recordarme a mí mismo que no tengo prisa por llegar a ninguna parte.

Respecto de los medios de transporte, prefiero por este orden moto, coche, tren, barco, avión y autobús. No me gusta montar en bici, lo haría si no tengo más remedio, y no por tráfico con coches. Me preguntas si me importaría pasar muchas horas subido a un autobús: preferiría evitarlo en la medida de lo posible y conducir yo, pero supongo que hay lugares donde la prudencia aconseja utilizar el autobús.

He aprendido con los años a tener mucha paciencia, a no enfadarme, a no estresarme, especialmente por cosas que no puedo controlar. A ser tolerante con los defectos ajenos, y a no discutir, aunque con las personas que tienen argumentos y cerebro me encanta polemizar.

Me adapto a las circunstancias mucho mejor que cuando era joven. Tengo pendiente aprender a aburrirme un poquito: cuando uno es un poco cronópata (Miriam Rojas dixit de la persona que siente la necesidad de estar haciendo cosas todo el rato) es bueno bajar el pistón. Sigo siendo una persona muy curiosa, y pienso que un buen conversador. En mi opinión, son características útiles para viajar. He aprendido a disfrutar de un momento concreto, aislarme y saborearlo, viajando o no.

También es importante saber con quién te vas de viaje. He viajado con algunas personas y, aunque es imposible conocerlas a fondo, hay que asegurarse lo más posible de saber con quién vas a viajar. La compañía casi pesa más que el entorno y la circunstancias. O por lo menos pesa más de lo que aparenta. Es como un lingote de oro, lo coges y pesa mucho más de lo que parecía.

Por último, siempre he sido una persona solitaria. Me he ido haciendo más sociable con la edad, pero en el fondo sigo siendo mi mejor amigo. He aprendido por circunstancias a estar bien conmigo mismo, y me he ido conociendo mejor, con mis numerosos defectos y mis contadas virtudes. Eso me hace valorar un poco más de lo normal la buena compañía, y me permite reaccionar con asertividad ante la mala. Pienso que también es algo bueno para viajar.

Quiero, hasta al final, seguir sintiendo ese cosquilleo en la tripa cuando planificas un viaje, aunque sea modesto. Como cuando quedaban cinco minutos para el recreo en el colegio y mirabas el reloj.

Ya solo quedan cuatro minutos. Tres.

MACARRAS Y CHULETAS

Parece complicado que el panorama político nos vomite algo peor que lo ya visto, pero siempre hay otra vuelta de tuerca. Ayer asistimos a una nueva maniobra de nuestro presidente del Gobierno en funciones, al no replicar al candidato Feijoo en la sesión de investidura, y delegar en un trasunto de Lucca Brasi, quien, por supuesto, no contestó a nada de lo que propuso Feijoo en su discurso, porque Óscar Puente ya lo tenía escrito hace semanas. Macarras y chuletas.

Desde 2015 ha habido cinco sesiones de investidura, de las cuales tres resultaron fallidas. En dos de ellas fue Pedro Sánchez el candidato (2016 y 2019), en las cuales contó con muchos menos diputados que los 137 del PP actual. Y en todas ellas la réplica la protagonizó el líder del partido rival.

Si la investidura de Feijoo resulta fallida, que es lo más probable, cuando Sánchez se presente será contestado por el líder del PP, que es lo que hacen las personas bien educadas. El desprecio que Sánchez hizo ayer a los ocho millones de votantes del PP, al parlamento, al procedimiento constitucional, e incluso al Rey que ha propuesto al candidato, es algo nunca visto. Pero no es sorprendente. El presidente del Gobierno en funciones tiene un concepto de la democracia que empieza y termina con él. Es decir, que la democracia es que se haga su voluntad. Ha laminado a sus opositores, modificando incluso los estatutos del PSOE; y ha manipulado todas las instituciones que ha podido a su antojo. Y ahora, convencido de su providencialismo mesiánico, ya no disimula lo más mínimo. Ni lo hacen sus acólitos, con ese “Pedro, haz lo que tengas que hacer” que pudimos escuchar a un líder regional en un mitin de campaña.

Como indica Ignacio Varela: “Pedro Sánchez quizá sorprendió al principio, allá por el año 15, y engañó después, en el 19. Pero en el 23 no ha ocultado nada: ni su modus operandi, ni su práctica compulsiva de la mentira, ni su designio estratégico bipolar y confrontativo, ni su disponibilidad para contribuir a la desvertebración de España mediante una política de alianzas suicida y descabellada, ni su accidentalismo constitucional. Esta vez, todo ha estado a la vista para quien quisiera verlo. No ha dejado margen para la sorpresa y menos aún para el autoengaño. Respaldar esa fórmula exige, o bien coincidir conscientemente con ella (lo que me parece profundamente erróneo, pero respetable), o bien taparse no la nariz, sino los ojos (lo que me parece humanamente comprensible, pero poco explicable en el plano de la política racional)”.

Lo más triste es que, si no le faltaran unos pocos escaños, ni estaríamos hablando de amnistía o de referéndum. Porque a él le da igual todo, y sólo le interesa conservar el poder. Y siguiendo una táctica bolchevique, como ha renunciado a ser un partido que aglutine una mayoría social (que sí consiguió González con 202 diputados de 350), y de ese modo no va a ser capaz de gobernar por sí mismo, la táctica está clara: ser el primer partido de la izquierda, y agrupar partidos minoritarios con el fin de seguir en el poder, sin importar el precio a pagar y sus consecuencias.

Que son la división profunda de la sociedad de dos bloques antagónicos, y profundizar en el odio irracional entre esos bloques. Pero que no se confunda: el llamado bloque plurinacional no constituye una mayoría social. No hay un programa electoral común, salvo el objetivo de los partidos nacionalistas en la destrucción del Estado y de la Constitución. Y han visto una ventana de oportunidad, que sin este presidente no tendrían nunca.

Con este panorama, intento ponerme en la cabeza de un votante de Sánchez. Y más allá de la dicotomía o Sánchez o Mordor (PP-Vox, con los orcos invadiendo España y viajando al siglo XIX), una vez más Ignacio Varela acude en mi ayuda:

“El resultado del 23-J no se explica sin considerar la singularísima capacidad del PSOE de retener fidelidades movidas por una férrea, casi desesperada adhesión emocional a la razón social o por una concepción eclesiástica del partido y de la política, que lleva a personas laicas en los demás aspectos de sus vidas a sostener metafóricamente que la oposición al Papa no es motivo para dejar de ir a misa (sic). En el fondo, el argumento no está tan lejos del de aquellos comunistas que afirmaban que más valía equivocarse con el Partido que tener razón contra él.

Ese mecanismo religioso opera con la máxima potencia cuando adquiere un carácter reactivo, de respuesta defensiva a una amenaza externa que se presenta como existencial. Ese fue el caso en la votación del 23-J. Una cosa es comprender racionalmente que el modelo sanchista es nocivo para España y otra que te quieran derogar sin más. Sánchez comprendió que de la victoria abrumadora del PP en mayo podría nacer la condena de Feijóo en julio, y la incuria operativa y estratégica de su rival le ayudó a lograrlo”.

Añado de mi cosecha justificaciones leídas en redes: que más te da que Cataluña se separe de España, si no afecta a tu día a día (sic); ir a la cárcel por poner urnas es desproporcionado; si la derecha rabia es que la izquierda lo está haciendo bien. Y ya saber lo que es un Decreto Ley o qué tiene de malo pasar sin solución de continuidad de ministra de Justicia a fiscal general del Estado. O ya no me acuerdo si fue al revés.

Y mientras tanto el paro juvenil, la inflación, los violadores con reducción de pena, el precio del alquiler, las familias en situación de pobreza, la cesta de la compra…todo sigue subiendo. Pero a ti que más te da.

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LAS ELECCIONES GENERALES DE 2023

Nos creemos que lo hemos visto todo y que nada puede sorprendernos. Y nuevamente la política nos sorprende. Llevo varios días esperando, reflexionando, pensando, escuchando y leyendo. Y creo que ahora puedo pensar en voz alta y escribir lo que pienso.

Quiero apuntar varias pinceladas breves, sobre cosas que pienso que han quedado demostradas.

En primer lugar, al pueblo español le da bastante más miedo Vox que el Gobierno Frankenstein y sus errores (ley del solo sí es sí, por ejemplo, que ha sido una chapuza legislativa y penal digna del país donde se creó Pepe Gotera y Otilio). Asimismo, estoy convencido de que hay una creencia mayoritaria en la población española sobre el golpe de Estado en Cataluña, y es que nadie debe ir a la cárcel si no hay delitos de sangre. Pedro Sánchez ha indultado a los golpistas, ha modificado el código penal eliminando delitos y rebajando penas exclusivamente para beneficiar a una decena de personas, y la gente cree que es correcto, o por lo menos no lo ha penalizado.

En segundo lugar, hay una profunda ignorancia sobre el funcionamiento de la democracia y sus instituciones. Más que eso, es que a la gente le da lo mismo. Todos los presidentes del Gobierno han intentado limitar los controles de las demás instituciones democráticas, pero lo de Sánchez ha sido traspasar líneas rojas nunca vistas: nombrar fiscal general del Estado (la fiscalía ¿de quién depende?) a su anterior ministra de Justicia; manipular hasta la náusea a la Abogacía del Estado; nombrar director del CIS a un militante del PSOE; señalar a periodistas y a empresarios con nombres y apellidos públicamente y desde la portavocía del Gobierno o de los ministerios; utilizar las ruedas de prensa del Gobierno como plataforma de propaganda electoral, incluso en ámbitos internacionales, con sanciones incluidas de la Junta Electoral Central.

Pero hay mucho más: gobernar a golpe de Decreto-Ley, batiendo todos los récords anteriores; controlar el Tribunal de Cuentas, el Tribunal Constitucional (nombrando un presidente como Cándido Conde Pumpido, fiscal general del Estado con Zapatero, que dice públicamente que mientras él ostente el cargo Vox nunca va a ganar un recurso), designar como presidentes de ciertas empresas públicas a amiguetes sin conocimiento alguno en la materia; exigir la dimisión del presidente del Instituto Nacional de Estadística porque las cifras no le gustaban, incluso, la intromisión en empresas privadas como Prisa e Indra. O la operación de acoso y derribo a Tornero como presidente de RTVE.

Hay que decir que Pedro Sánchez ya avisó previamente en su reconquista del poder en el PSOE, al que ha taxidermizado (en feliz expresión de Ignacio Varela), laminando cualquier oposición y control interno, modificando incluso sus estatutos para tener todo el poder absoluto. Y al llegar al Gobierno ha hecho lo mismo con España. Lo cual, y es muy evidente, no ha sido penalizado.

El hecho curioso es que el PSOE, pese a haber pactado durante toda la legislatura con los independentistas y nacionalistas, ha sido el partido más votado en Cataluña y País Vasco, reduciendo a los independentistas a mínimos históricos. El rechazo a la independencia se ha consolidado en Cataluña, mientras el «sí» continúa en mínimos históricos. En concreto, el 52% de los catalanes rechaza la independencia, y el 42% la quiere, según una encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de la Generalitat de este año.

Y en estas elecciones generales sumando ERC, Junts, la CUP y el Junts Per CAT tuvieron el domingo 985.991 votos, el 28,2% del total, lo que significa que por primera vez el independentismo cae por debajo del millón de sufragios desde el inicio del Procés, en 2012. A años luz quedan los más de dos millones que aglutinó en las elecciones de diciembre del 2017, convocadas bajo la aplicación del artícilo155. Aquí hay que darle al César lo que es del César, y afirmar que Sánchez ha reducido al independentismo al mínimo. El único partido beneficiado del Gobierno Frankenstein ha sido Bildu. El protagonismo a nivel nacional que le ha dado Sánchez, junto con la memoria Dori española, hace que hoy en el País Vasco y en muchos sitios de España sea visto como un partido más de izquierdas, sin vestigios de su pasado terrorista. Y el PNV como un partido de viejos carcas.

Es evidente asimismo que la campaña electoral de la izquierda ha sido mucho mejor: mucho más activa en los medios y las televisiones, sin peleas entre PSOE y Sumar (se vio perfectamente en el debate a cuatro, que fue a tres por la ausencia de Feijoo, lo que considero un tremendo error, visto además el resultado del debate a dos). Han sabido vender mucho mejor el miedo a la ultraderecha, producto que de hecho le ha comprado el PP. El espectáculo dantesco de la investidura en Extremadura ha perjudicado mucho a la derecha. La izquierda ha sabido leer mucho mejor los miedos y las preocupaciones reales de los españoles, y la derecha ha cometido errores groseros, y se ha dormido en los laureles de las encuestas. Han dado por hecho que ganarían por mucho, y en la última semana han bajado los brazos como si ya hubieran ganado. Y la gente todavía no había ni siquiera votado.

Y como diría Marcellus Wallace, ¿ahora qué? Creo que Sánchez va a ser investido, porque ya ha demostrado que no tiene escrúpulos para hacer lo que sea necesario para conservar el poder. También ha probado ser un trilero de marca mayor (miren donde ha llegado la famosa mesa de diálogo). Aunque entra dentro de lo posible una condena de Puigdemont y posterior indulto (no sería extraño que sea el Gobierno el que esté detrás de la reactivación de la euroorden, y así poder presionarle de cara a la investidura), con la Constitución en la mano no es posible celebrar un referéndum vinculante (y eso es de las pocas cosas que todavía escapan al control de Sánchez), por lo que podría ofrecer un referéndum no vinculante que no necesite reforma constitucional. Y al PSOE no le conviene ir más allá, sin Cataluña y el País Vasco los socialistas no gobernarían en España durante muchísimos años. Aunque los vascos no creo que realmente, salvo algún iluminado, quieran la independencia, están muy cómodos en su actual estatus de Puerto Rico del Cantábrico, con una amplia autonomía, y además sobrefinanciados por el Estado a través del cupo y la Seguridad Social.

En conclusión, como dice el profesor Miguel Anxo Bastos, esta es la España que tenemos, nacionalistas incluidos. Desde el año 2000 y el fracaso del tándem Basagoiti-Redondo Terreros en las elecciones vascas, más el pacto del Tinell, vivimos en la anomalía de que los dos partidos que representan al 86% de los escaños viven dándose la espalda el uno al otro. Cuando la gente comenta que en Alemania Merkel no pactó con la ultraderecha, omiten decir que gobernó en coalición con los socialistas durante ocho años.

Otra anomalía es computar a partidos de extrema derecha (nacionalista) rancia, como el PNV y Junts Per CAT, como partidos de izquierda. Esta ha abrazado durante este siglo la ideología nacionalista como un medio para evitar la alternancia con la derecha, y ha azuzado el fantasma de la extrema derecha para dividirla, a veces con la colaboración entusiasta de la propia derecha. Tiene gracia como ha acabado cambiando la orientación del origen en la Revolución Francesa de las expresiones izquierda y derecha: la izquierda eran los jacobinos (centralistas) y la derecha los girondinos (partidarios de las tradiciones regionales).

Mis miedos, aparte del crecimiento desmesurado de la deuda pública y el desmoronamiento del sistema de pensiones, van más por la parte de degeneración democrática que supone Sánchez. Es evidente que como político es muy bueno y tiene siete vidas como los gatos. Hablando de felinos, ha demostrado saber cabalgar dos tigres: a uno (Podemos) lo ha convertido en un gatito rosa invertebrado, con quince centros diferentes de decisión; y al otro (el independentismo) lo ha jibarizado a la mitad de su tamaño.

Pero su forma de gobernar supone un deterioro considerable del sistema democrático, eliminando controles, acumulando poder a su alrededor, y utilizando las mismas armas que Donald Trump y los populistas sudamericanos: mintiendo, incumpliendo compromisos (gobierno con Podemos, derogación de los aforamientos, constitución de los consejos sectoriales de verificación, indultos) fanfarroneando, activamente dividiendo el país (fue terrible escuchar a la gente en Ferraz gritar “no pasarán”), deslegitimando al adversario y fomentando el odio hacia él. Insultando, desacreditando y señalando públicamente a jueces, periodistas, empresarios y todo aquel que le lleve la contraria o que se interponga en su camino, a través de sus ministros.

En conclusión, soy pesimista y creo que la posibilidad de parecernos a Alemania en el buen sentido se va alejando cada vez más.

UNA OLA REACCIONARIA

Señalaba Felipe González en un programa de televisión hace dos años, hablando de Pedro Sánchez, que cuando generas más rechazo que afecto estás acabado políticamente. Debido a su escaso peso en el Congreso (120 diputados sobre 350) y a su agenda radical, renunciando a apoyarse en materias fundamentales en el PP (defensa, sanidad, educación, pensiones, empleo, etc), ha decidido hacer lo imprescindible para sobrevivir, pactando con todos aquellos que quieren acabar con el Estado de Derecho tal y como lo conocemos: extrema izquierda, independentistas catalanes y pro etarras. Incumpliendo además todo a lo que se comprometió durante la campaña electoral.

Es evidente que Sánchez es un killer político. Un líder que ha eliminado toda disidencia interna, una vez que recuperó el poder en el PSOE, incluso modificando los estatutos para que no le volviera a ocurrir. Un alto cargo del partido decía hace poco que el problema con Sánchez es que ha perdido el apoyo real de sus miembros, porque lo que no es odio hacia él es miedo. Como dice Ignacio Varela, ha taxidermizado el PSOE, no hay disidencia ni controles, el Comité Federal es un decorado de cartón-piedra. Es el secretario general de la historia del PSOE con mayor poder concentrado en él. Su desprecio por el partido es absoluto, ni apareció por Ferraz en la noche del recuento.

Sánchez es egocéntrico, narcisista y autoritario; no tiene principios, es un mentiroso compulsivo, ama el poder y está dispuesto a absolutamente todo para conservarlo; odia a sus adversarios políticos; la democracia le da lo mismo, de hecho tiende a concentrar el poder a su alrededor (primero lo hizo en el partido y luego en el Gobierno). Tiene tantas cosas en común con Donald Trump que cuanto menos es curioso que él mismo alerte sobre el trumpismo.

La decisión de convocar elecciones generales para el 23J la toma él reunido consigo mismo, incumpliendo lo establecido en el artículo 115 de la Constitución («previa deliberación del consejo de ministros»). Nada incongruente respecto de lo que ha hecho en la campaña electoral, anunciando medidas en mítines antes de ser aprobadas en el consejo de ministros. Porque el consejo de ministros es él.

El vídeo del anuncio de la convocatoria es alucinante: los españoles han votado «mal» y es necesario que me lo repitan, porque no lo comprendo, con lo bien que he gobernado. La arenga a sus parlamentarios hablando de una «ola reaccionaria» es de traca. Sí que ha habido una ola reaccionaria, pero como reacción. Reacción a un modo de hacer política, por encima de todo.

El presidente del Gobierno se creía que ciertos hechos no iban a tener consecuencias, como modificar el código penal para favorecer a quince personas eliminando delitos concretos cometidos por ellos, y condenados por sentencia firme ante el Tribunal Supremo, por motivos políticos; o evidenciar mucha debilidad con la cuestión del sí es sí, incapaz de destituir a una ministra de Igualdad o incluso a su secretaria de Estado, que han parido una ley técnicamente desastrosa, y que durante siete meses han estado provocando efectos perversos. Ha subestimado a los españoles en su capacidad de olvidar y de soportar ciertas cosas, y ahora han venido las consecuencias.

Respecto del deterioro institucional, se han traspasado límites nunca hollados con anterioridad. Nunca antes se ha difuminado el límite entre partido y Gobierno: hemos asistido a mítines desde la portavocía del consejo de ministros (con multas de la Junta Electoral incluidas); acoso y derribo de la abogacía del Estado cuando no se ha plegado al Gobierno; nombramiento de una ministra de Justicia como Fiscal General del Estado (y su sucesor como magistrado del Tribunal Constitucional) sin solución de continuidad. O el nombramiento de miembros del partido en puestos clave de la administración (CIS, Correos).

Sánchez ha batido el récord de Rajoy de gobernar por decreto-ley: Felipe González en 14 años elaboró 129 decretos-ley. Sánchez en mucho menos tiempo ha llevado a cabo 138. Es una forma prevista en casos de «extraordinaria y urgente necesidad» (artículo 86,1 de la Constitución) que evita el control parlamentario ex ante, aunque obliga a convalidarlos posteriormente a su entrada en vigor como proyecto de ley. Eso significa que el Parlamento se ve desposeído de su capacidad legislativa, imposibilitados los Grupos para incorporar modificaciones o mejoras a los textos. El Gobierno ofrece la mayor parte de las veces un menú cerrado al que no se puede incorporar ningún ingrediente más. Y nada le impide al Ejecutivo jugar a dilatar los plazos de tramitación de ese proyecto de ley indefinidamente a base de prórrogas. Es una forma injustificada y tramposa de saltarse el control parlamentario.

Y todo apunta a una debacle de proporciones bíblicas. Los videos electorales que ha lanzado hasta ahora el PSOE los firmaría el mismo Pablo Iglesias. Y no creo que el tipo de campaña que le ha servido a Podemos para obtener los peores resultados de su historia sea la que devuelva los laureles al PSOE.

Sánchez ha planteado las elecciones municipales y autonómicas como un plebiscito hacia su persona. De hecho, el PSOE como dato curioso ha perdido en todas y cada una de las localidades que ha visitado durante la campaña electoral. Yo me podría haber planteado votar a Juan Lobato, que me parece un buen candidato, bien preparado profesionalmente, y que hace propuestas, y habla de problemas y soluciones. Pero la urgencia de que este señor salga de La Moncloa me hizo tomar otra decisión. De hecho, acabamos de ver cómo su propuesta inicial de permitir gobernar a las listas más votadas se ha metido debajo de la mesa ante las instrucciones del líder.

Pedro Sánchez no se da cuenta de que ha hecho renunciar al PSOE a ser un partido integrador y vertebrador de la mayoría de los españoles, como lo ha sido en democracia antes de Zapatero. Ha gobernado para media España y contra la otra mitad. El PSOE sanchista no puede crecer más que por el lado izquierdo, y aun así es muy complicado que el millón y medio de españoles que siempre han votado PCE durante la democracia les voten. Somos muchos los socialdemócratas que estamos huérfanos de un partido socialista de verdad, que olvide ensoñaciones que sólo han conducido a la ruina y a la miseria, y que se preocupe por los problemas reales de las personas. Y que se crea que la democracia es algo más que una palabra bonita para usar y tirar.

La izquierda oficial en general sufre una crisis global. Se han convertido en unas élites privilegiadas que viven en su burbuja cuqui y que no tienen contacto con la realidad social. Y eso ha pasado en España, pero en Francia y en EEUU también. No es extraño que haya obreros que voten a Vox. La izquierda les ha abandonado a cambio de un montón de -ismos. La desigualdad social ha aumentado desde que gobierna Sánchez, tal y como pone de manifiesto la Encuesta Finaciera de las Familias elaborada por el Banco de España.

Algunos seguimos esperando un movimiento de reacción (o sea, reaccionario), que desde dentro del PSOE es complicado, y que nos devuelva un partido de centro izquierda capaz de gobernar para la inmensa mayoría. En el CIS se puede ver que la mayoría de los españoles se definen como de centro izquierda. Menos mal que tengo un buen sofá para esperar sentado.

CONSTITUCIONES Y EL CASO CHILENO

Dice mi admirado Rafa Latorre que «una constitución no puede ser un ideal, sino un marco abierto y tan poco terminante que permita la convivencia de los distintos», hablando del vuelco político que ha sucedido en Chile el pasado domingo 7 de mayo en las elecciones al Consejo Contitucional, y que ha de ser «necesariamente decepcionante para cumplir bien su función».

Recapitulamos a grandes pinceladas. En octubre de 2019 y marzo de 2020 principalmente se produjo el denominado estallido social, cuyo hecho determinante fue la subida del transporte público en Santiago, la capital. Pero se citan otras causas de las manifestaciones y los disturbios, como la desigualdad socio económica y el alto coste de la vida. Aunque Chile no estaba creciendo tanto como otros años, el entonces presidente Piñera se jactaba de ser un oasis en américa Latina: «Argentina y Paraguay, en recesión; México y Brasil, estancados; Bolivia y Perú, con una crisis política muy grande; Colombia, con un resurgimiento de las FARC y las guerrillas. En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile. Es un verdadero oasis, con una democracia estable. El país está creciendo, estamos creando 170 mil empleos al año, los salarios están mejorando».

La consecuencia más inmediata fue la convocatoria de una consulta no vinculante en diciembre de 2019 sobre la posibilidad de elaborar una nueva constitución. Posteriormente se convocó un plebiscito nacional para abril de 2020, retrasado para octubre debido al COVID. Las elecciones de convencionales constituyentes de Chile de 2021 se realizaron el 15 y 16 de mayo de 2021 para elegir a los integrantes de la Convención encargada de redactar una nueva Constitución.

El proceso concluyó con las elecciones de diciembre de 2021 en las que se impuso el populista de izquierdas Gabriel Boric sobre el ultraderechista José Antonio Karst, siendo la primera vez que un candidato perdiendo en la primera vuelta gana las elecciones en la segunda. Subido en esa ola de triunfo, decidió abrir un período constituyente, indicando que Chile necesita una constitución diferente a la de 1980, porque según él esa constitución tiene un defecto de origen: fue aprobada el 8 de agosto de 1980, durante la dictadura militar del general Pinochet y sometida a ratificación mediante un plebiscito sin registros electorales el 11 de septiembre de 1980.

Boric convocó un proyecto de constitución sesgada hacia la izquierda que fue rechazado en referéndum por un amplio margen (61,89 %), tanto a nivel nacional, regional y comunal. Ganó en las dieciséis regiones y en 338 de las 346 comunas del país. Y como colofón, en unas nuevas elecciones tras el rechazo del proyecto constitucional para elegir a los cincuenta miembros del Consejo Constitucional encargado de elaborar el proyecto de la nueva constitución, el bloque de la derecha ha obtenido el 56,5% (un 35,5% de la extrema derecha del Partido Republicano y un 21% del tradicional Chile Seguro). Las listas de izquierda y de centro alcanzan un 37,5% (un 28,5% Unidad para Chile, de Boric, y un 9% Todo por Chile). Por lo tanto, el Consejo Constitucional tiene ahora un partido de extrema derecha con casi un 40%. Con lo que podemos ver en un futuro cercano a Boric promulgando la Constitución escrita por el partido del rival al que derrotó en la segunda vuelta. José Antonio Karst tiene 22 de 50 consejeros, y la derecha tiene en total 33.

Por cierto, vergonzoso en todos los medios españoles la casi nula referencia a estas elecciones al Consejo Constitucional que han dado un giro de 180 grados en Chile, alguna excepción hay.

La moraleja es que, cuando abres ese melón, a lo mejor ese proceso no lo vas a pilotar tú. Como dice Ignacio Imas, «De continuar así, su llegada al Gobierno se puede tratar de un paréntesis de cuatro años, y lo que es peor aún, se han vuelto el factor que gatilló un ánimo de corte conservador. Boric podría terminar firmando una Constitución que se aleja absolutamente del óptimo que esperaban él y los suyos, o convertirse en un presidente que se hunda en la intrascendencia. Finalmente que se instale una paradoja de una dirigencia que vino a cambiarlo todo y termine consolidando las formas de hacer política o el modelo de desarrollo tan denostado por ellos mismos».

Volviendo a la frase de Latorre, una Constitución no puede ser un ideal, una norma de máximos, sino un consenso de mínimos entre distintos que quieren convivir; un marco de convivencia para una inmensa mayoría, que nunca puede satisfacer del todo a nadie. La izquierda en Chile, ungida por las movilizaciones, decidió abrir un proceso constituyente para la mitad del país. Y ahora corre el peligro de que la otra mitad le haga sancionar una Constitución que sea exactamente un negativo de su proyecto, elaborado por la extrema derecha. Tomemos nota aquí en España, y desconfiemos de los aprendices de brujo y los vendedores de aceite de serpiente salidos de una peli del Oeste. Disfrutemos del milagro que se produjo en 1978, en el cual los fascistas y los comunistas trajeron la democracia, precisamente, como señala Fernando Savater, porque dejaron de serlo y se convirtieron en demócratas.

Y pensar que Iván Redondo dijo que la ruta a seguir era la Chile de Boric…

UN MUNDO Y UNA BOTELLA DE CRISTAL

Se ha cerrado una etapa, una época, un mundo. Ese mundo que ahora yo conservo en una botella de cristal, llena de recuerdos. Hace veinticinco años ya se cerró otro, ese mundo de despreocupaciones juveniles, poemas escritos con tiza en una pared y cielos azules de verano que de vez en cuando visita mi memoria. Ese mundo de pachangas de baloncesto con un cielo muy azul de fondo, un balón botando y mucho sudor. Y ahora soy consciente de que otra puerta se ha vuelto a cerrar, para siempre. La flecha del tiempo apunta inexorablemente hacia adelante, en un solo sentido.

Mientras me apresuraba a meter cosas en la botella no me daba cuenta, pero la puerta se estaba cerrando. Esa casa llena de tantas cosas, y de olores y sabores. Apresuradamente tuvimos que tirar muchas cosas, y seleccionar aquellas pocas que queríamos meter en nuestras respectivas botellas. Cuántas cosas de tres décadas. Ya no habrá más partidas de cartas, ni más piscina, ni amaneceres y atardeceres con gallos cantando, ni paredes llenas de posters de motos y chicas. Ni un jardín con frutales por donde nunca correteó nadie. Ni un rosal con muchas rosas.

Poco a poco nos fuimos yendo. Quien podía pensar que aquel día sería el último en paz. Hasta hoy.

Y ahora miras por la ventana y ya no está. Él se fue primero, luego ella. Y te acuerdas de aquella noche, la única, como una película americana. El césped y las estrellas. Me queda un reloj con frutas que marca las horas.

Y un helado a la tarde, recién salido del agua. Y esa guitarra con la que matar las horas. Y el teclado que nunca tocaba y que ella se empeñó en comprar. Allí lo dejé atrás. Y la leña crepitante ardiendo en la chimenea.

He sacado algunas cosas de la botella y las tengo encima de la mesita de noche, junto con su foto. Sobre mis sueños están.

Y un día, más adelante, yo también me iré. Y quedarán todas mis cosas como hojas secas que barre el viento en otoño. Suspendidas en el aire quedarán todas mis canciones. Y antes de irme, me acordaré de ese helado recién salido del agua, y de un reloj con frutas que marcaba las horas en la cocina, que ahora marca las horas en otra cocina distinta. Me acordaré de los mundos que se fueron cerrando sobre sí mismos, casi sin darme cuenta. Hasta que me vi a mí mismo fuera, con una botella llena de recuerdos en la mano.

DIEGO FUSARO Y UN PENSAMIENTO ORIGINAL

En estos tiempos en los que se repiten los eslóganes a izquierda y derecha, es refrescante encontrar alguien que diga algo distinto de lo habitual. Por verdadera casualidad he encontrado a este pensador italiano, Diego Fusaro, que entiendo que aporta análisis e ideas diferentes de lo que escuchamos y leemos habitualmente. Estemos o no de acuerdo, es una de esas personas que nos sirven, como diría Sócrates, para hacer parir la mente.

Quizá me van ustedes a decir que es un ejemplo de rojipardismo, también conocido como Tercera Posición, nacionalismo revolucionario, nacionalbolchevismo o nazbol, que es como se denomina a la mezcla de ideologías potencialmente contrapuestas: por una parte, partiendo de una base en Marx, Gramsci y Pasolini (se define como marxista), es muy crítico con el liberalismo, el capitalismo, la globalización, la Unión Europea, la OTAN; defensor de Cuba, Bolivia y Venezuela; pero por otro lado, critica a la izquierda oficial (a la que denomina izquierda fucsia o arco iris), por haber abandonado la lucha de clases y la defensa de los trabajadores, y pasar a formar parte del pensamiento único, abrazando por el camino causas que denomina despectivamente «derechos civiles», como el feminismo, la lucha LGTBI +. “Muchos tontos de izquierda combaten un fascismo inexistente y aceptan el mercado”. Critica también la inmigración masiva, animando a defender los vínculos que podían contener la expansión del capitalismo globalizador y cosmopolita: la familia, el sindicato, la escuela, la universidad y el Estado-nación. Un aroma verdaderamente joseantoniano, en mi opinión.

En esta entrevista bastante completa expone bastantes de sus ideas: habla del hombre hidropónico, sin raíces; afirma que el capitalismo es un mar (líquido) que lo inunda todo, y la persona se encuentra sin tierra, sin una referencia (familia, estado). Afirma que estamos en un a nueva Edad Media de siervos (que él denomina el precariado) contra los señores, que lo constituyen el capitalismo internacional de los grandes grupos corporativos (Amazon, Google, etc). Dice que la globalización es una anglobalización, una dominación cultural anglosajona, con la paradoja de que el inglés es el idioma de la UE cuando Gran Bretaña ya no forma parte de la misma. Existe una uniformidad en el cine, las series, la comida, la ideología, tratando de que todo el mundo piense igual, coma y beba lo mismo, vaya a los mismos centros comerciales, compre en las mismas tiendas, lleven la misma ropa, con un fomento del consumismo global. Políticamente «es la alternancia sin alternativas característica de la época neoliberal: tanto si gana la derecha azul turquesa como si gana la izquierda fucsia, de todas formas el que sale ganando es el capital, que justamente tiene un ala derecha y un ala izquierda«.

Para Fusaro los nuevos capitalistas han dejado atrás a los burgueses: el nuevo capitalismo es transnacional, ha dejado atrás las identidades nacionales, y pretenden dividir al precariado. Según él, detrás de los barcos de las ONG podría estar el intrigante George Soros. “Lo que está ocurriendo hoy –asegura– es una deportación de esclavos de África, no para integrarse sino para ser explotados en los campos de tomates de Italia; la clase capitalista usa la inmigración de masas para tener esclavos a bajo coste, bajar salarios a los trabajadores y crear conflictos”. Entiende que el contrato privado ha sido superado por el super hombre de Nietzsche, en el sentido de que no solo asume su voluntad de poder, sino que lo puede todo porque tiene dinero para comprarlo todo.

Finalmente, defiende a Rusia en la guerra de Ucrania, porque afirma que Rusia ha tratado de evitar que un pelele de EEUU gobernara allí. Afirma que la única respuesta al capitalismo global son Estados no alineados (pone como ejemplo a Rusia y a China); que las sanciones a Rusia solo hacen daño a los países sancionadores; y que la sociedad occidental no necesita campos de concentración porque los medios sólo dan voz al pensamiento único.

Me ha llamado la atención lo alarmada que está la izquierda oficial con este fenómeno en general. Como dice Jaime Revés en este artículo, «Más allá del griterío de las tribunas del congreso y las cabeceras de los periódicos, hay algo que está cambiando en el debate de fondo. En la izquierda existe hoy un cierto desencanto provocado por el fin de ciclo del 15-M, el agotamiento de Podemos y la enorme brecha que existe entre la agenda progresista y las necesidades reales de las clases medias. La izquierda anda perdida en debates sobre eutanasia y leyes trans, mientras el común de los mortales ve cómo su salario mengua, su trabajo es cada vez más precario y la factura de la luz crece de forma inexplicable«. El ínclito Alberto Garzón afirmaba haber leído los libros de Fusaro sin haber encontrado una sola idea de izquierdas en ellos.

Lo cierto es que estoy en desacuerdo con la mayoría de sus ideas: su defensa de Rusia, sus teorías conspiranoicas, su odio a la Unión Europea, al liberalismo y al capitalismo; su fundamentación marxista (me gustaría saber dónde empieza y termina el precariado, o quien es rico y a partir de donde se deja de ser, por ejemplo). Como casi cualquier crítica al sistema capitalista, obvia que de momento todas las alternativas posibles han fracasado. Y en su fundamentación marxista elude asimismo tener en cuenta que a la gente no se la puede obligar a ser feliz.

Sin embargo, sí que me parece que pone el dedo sobre cuestiones importantes que es muy interesante debatir. Abre tantos melones que podríamos estar aquí durante varios días, pero me quiero centrar en tres cuestiones.

La primera de ellas es la desconexión de la izquierda oficial de los trabajadores y la clase media. En Francia (y está ocurriendo en España también) lo que eran feudos del partido comunista ahora votan a Le Pen. El video del currante que afirma votar a Vox causó estupor entre la izquierda. Tras la caída del muro, ésta ha elegido abrazar una serie de causas (ecologismo, feminismo, LGTBI+, animalismo, antirracismo) en lo que Carlos Martínez Gorriarán denomina “la cesta de frutas”: si se es de izquierdas hay que tomar la cesta completa de “ismos”, si falta alguna fruta ya no se es “puro”. Y además hay que expulsar a todo lo que no sea izquierda pura de la defensa de esas ideas, porque son sólo suyas: ya hemos visto en las manifestaciones del Orgullo cómo se ha insultado e incluso agredido a personas que no son de izquierdas.

Mientras, millones de trabajadores se sienten abandonados, porque ven que los sindicatos forman un anexo del Ministerio de Trabajo, aceptan de forma pastueña y ven cómo con un Gobierno presuntamente de izquierdas su dinero cada vez vale menos, las ofertas de empleo se centralizan en cada vez menos ciudades, y los gastos ordinarios (luz, gas, alquiler, hipoteca) no paran de subir. En un panorama mundial cada vez más complicado, sienten la amenaza del trabajo precario y la inestabilidad, y son terreno abonado para el populismo, señalando enemigos imaginarios en los que desahogar sus frustraciones.

La segunda es los efectos de la globalización: por supuesto que hay efectos negativos (pérdida de soberanía de los poderes políticos frente a los poderes económicos, precarización laboral derivada de la competencia de países donde los costes son inferiores, deslocalización de fábricas, aumento de la emigración hacia Europa y EEUU- antes de que alguien me acuse de xenófobo, lo considero negativo porque implica un deterioro y un empobrecimiento grave en los países de origen), pero sus causas son complejas y mucho más difíciles de analizar que una justificación conspiranoica como la que indica Fusaro; o señalar problemas sin proponer soluciones reales, como hace el populismo. Como si los diez amos del mundo se reunieran en secreto en una habitación para hacer que ocurra todo esto, con un diseño digno del malo de las películas de James Bond.

La tercera es la tendencia a la uniformidad cultural. Siendo cierto que en cada época en la que un país o un imperio han dominado el mundo éste ha impuesto su cultura (de Roma al Califato Omeya), y como tal ocurrió en Occidente con EEUU y la URSS en sus respectivas áreas de influencia, con la caída del muro de Berlín el primero se quedó solo como potencia mundial preponderante. Lo cierto es que la aparente paradoja de que el inglés sea la lingua franca de la UE, habiendo dejado Gran Bretaña de pertenecer a ella, no es tal. En realidad, el inglés es la lengua común, como lo fue el latín en la Edad Media o el francés fue el idioma diplomático en su momento, simplemente es un idioma sencillo de aprender, no ha sido porque los señores oscuros conspiren para que lo sea y así nos puedan lavar a todos nosotros el cerebro con mayor facilidad.

Este tema (la tendencia a la uniformidad cultural) me gustaría desarrollarlo con mayor profundidad en otra ocasión, pero ahora diré que me preocupa más la uniformidad de lo políticamente correcto y el ofendidismo colectivo, de modo que por ejemplo si se critica la legislación contra la violencia de género es que estás a favor de matar mujeres. O si denuncias un mal comportamiento de una persona de color es que eres un racista. Me preocupa mucho más que se utilicen los ismos de la cesta de frutas como excusa contra la crítica razonada y como pantalla que tapa la ignorancia. Esta también es líquida, y lo inunda todo a nuestro alrededor.

LO HICE LO MEJOR QUE PUDE

Me escribe el otro día mi amigo Rafa diciendo lo siguiente:

Querido Jose! Disculpa la tardanza en contestar, no miraba emails desde hace un par de semanas. Yo ando por Nueva Zelanda con Jordi. Nos decidimos a hacer lo que hemos llamado una Evaluación Intermedia de la Vida. Es decir:¿Qué sueños teníamos hace 25 años? ¿Cuáles hemos cumplido, cuáles no? ¿Qué medidas deberíamos tomar para los siguientes 25? Las malas lenguas dicen que es una excusa para montarnos una luna de miel, pero siempre habrá gente que habla…

Y no me queda más remedio que preguntarme a mi mismo. Y la respuesta corta es: lo hice lo mejor que pude.

A bote pronto, me contesto a la pregunta «dónde estoy ahora»: estoy en mi casa, en una terraza con un jardín debajo, con un parque enfrente, escuchando a los pájaros cantar, donde todos los días puedo ver la puesta del sol, con una cerveza bien fría, un libro maravilloso, y mis pies asomando por la terraza. El sol me da en la punta de los dedos. Tengo una Harley Davidson en el garaje, un trabajo seguro para toda la vida con muchos beneficios, una compañera de reparto que me quiere con la que comparto mi vida, una habitación llena de guitarras y teclados, con dos tipos dispuestos a tocar por ahí y pasarlo bien. Tengo un hermano que me quiere y al que prometí cuidar, y que siempre está ahí. Y tengo amigos de verdad que también están ahí para mi cuando lo necesito. Tengo una cajita llena de recuerdos maravillosos, que extraigo de vez en cuando.

Por supuesto que hay cosas que hubiera querido hacer y no he hecho, pero la mayoría de las que soñé hacer las hice. Honestamente, siendo hijo de dos personas humildes, no me puedo quejar. Me han pasado muchas cosas malas y tristes, como a muchas otras personas. También muchas cosas maravillosas. Uno viene a este mundo sin tener ni puta idea de nada. Siento a menudo que estoy esperando a que vengan a recogerme los de mi planeta, como dice mi amigo Antonio Cervero. Siempre desde muy pequeño he sentido no encajar. Con todo eso, no me ha ido mal. Lo hice lo mejor que pude.

Recuerdo frases mías en mi juventud llenas de soberbia y aplastante seguridad (diciendo tonterías, por cierto, como si fueran verdades absolutas), y las miradas de algunas personas de cierta edad que me parecían condescendientes. Ahora sé que no se trataba de condescendencia ni de paternalismo, sino de compasión. No sabes lo que te espera, querido.

Pero quiero contestar a la pregunta de Rafa:¿Qué sueños teníamos hace 25 años? ¿Cuáles hemos cumplido, cuáles no? Yo no tenia ninguno, en realidad. Fui descubriendo las cosas que me gustaban casi por casualidad, como si estuviera avanzando por una habitación con los ojos cerrados. Estudiar Derecho nunca fue algo vocacional. Tu sabias lo que no querías hacer, yo ni siquiera eso. Hay gente que va viviendo como el que se pone un guante, pero en mi caso ha sido un lento y continuo golpearse contra las paredes. Poco a poco fui descubriendo quién soy y las cosas que me hacen feliz. Y ahora puedo decir que la version 53 de Jose es la mejor desarrollada y la que menos bugs presenta.

Descubrirte tarde provoca la sensación de haber malgastado parte de tu existencia. Como digo muchas veces, yo no soy funcionario, nací funcionario. Si eso lo hubiera visto claro hace 25 años, es posible que ahora mi situación fuera mejor…o no. A lo mejor profesionalmente estaría mejor situado, pero mi vida personal quizá sería un desastre sin remedio. Y es que a veces perpetramos el sofisma de analizar ambas cosas por separado, y no nos damos cuenta de que las luchas y las desgracias son la forja en la que se ha templado nuestro carácter. Que si ahora estamos contentos con lo que somos, es porque somos el resultado de las operaciones aritméticas (con las sumas pero también con las restas) que han constituido nuestra existencia. El Jose guay de hoy sería un animal completamente diferente sin lo malo. Podría ser un señor envidiado por su posición, pero un auténtico desgraciado divorciado con tres hijos. O no. Sobre el apetito faústico ya hemos hablado aquí y aquí.

Respondiendo a mi querido amigo, pues mis sueños los he ido descubriendo poco a poco durante los últimos 25 años, según me he ido conociendo a mi mismo: tocar en un grupo en directo, cantar (que es algo que nunca me hubiera imaginado), tener una Harley Davidson y recorrer Europa con ella, tener una compañera con la que compartir el viaje de la vida; seguir jugando al baloncesto y disfrutar con ello, aun a mis tiernos 53 (quién me lo iba a decir): ser entrenador y ganar varios títulos (y ganarme la vida con ello durante 10 años de mi vida, quien me lo hubiera dicho en 1987, cuando gané mi primer título como entrenador); viajar y descubrir nuevas tierras; aprender cosas nuevas y ganarme la vida con ellas (quien me hubiera dicho que me pagarían por programar y arreglar ordenadores); escribir, tener este blog desde 2005 (prometo escribir más, lo juro), hacer podcasts y programas acerca de la NFL y programas de radio sobre música (gracias Isma y Mar). Leer miles de libros y aprender tantas cosas nuevas, Todo ello son sueños cumplidos.

Voy a contar tu teoría del recreo, Rafa. El otro día me dijiste que tu vida laboral te la planteabas como la estructura opuesta de cuando íbamos al colegio: que el trabajo fuera casi todo el rato el recreo, y a veces tener que soportar lo que no queremos. Enhorabuena. Yo no he sido tan valiente, me he conformado con un trabajo que no me haga mucho daño, pero me de seguridad, y he querido tener un recreo lo más grande posible, dentro de mis posibilidades. Qué le voy a hacer, nací funcionario.

Y viendo todo en conjunto, creo que lo hice lo mejor que pude.