ESPERARSE AL PRíNCIPE. MONARQUÍA O REPÚBLICA.


Hace ya muchos años, cuando yo estudiaba Derecho en la Autónoma de Madrid, había una frase que hizo furor, que era «esperarse al príncipe». Cuando la gente estaba ya en cuarta o quinta convocatoria de alguna asignatura, les preguntabas cuando pensaban presentarse otra vez al examen, y te contestaban normalmente: «voy a esperarme al príncipe». Eso significaba dejar pasar las convocatorias hasta hacer el mismo examen que le tocaba hacer a Felipe de Borbón, que estudiaba Derecho en mi misma facultad, pero en turno de mañana, porque se suponía que su examen iba a ser mucho más fácil que el nuestro. Honestamente, nunca supe la verdad. No sé si eso era una leyenda urbana, como otras muchas que recorrían la Universidad: decían también que las fiestas de los barracones fueron canceladas porque una vez pegaron una paliza a un profesor, y que en esas fiestas corría la droga y el alcohol en grandes dosis, por no hablar del sexo. Hay parte verdad y parte falsedad.

Solamente le vi una vez, con dos guardaespaldas prudentemente apostados detrás, saliendo de clase y andando por un pasillo. Y la verdad es que no me dio ninguna envidia. Pensé en ese momento: pobre muchacho, teniendo que seguir unos pasos marcados por otros, sin poder elegir.

Y todo esto me ha venido a la cabeza viendo en la tele el anuncio de su coronación. Y teniendo en cuenta la campaña a favor de la República y de un referéndum.

Creo sinceramente en primer lugar que de todas las personas que podrían ser candidatos a Jefe del Estado, sea en una monarquía o en una república, pocas personas más cualificadas que Felipe de Borbón. Es una persona que ha vivido, trabajado, estudiado para ese puesto desde que nació. Es algo que objetivamente es muy cierto. Pensemos en cualquier otro candidato (Aznar, González, Zapatero…). Alguien que ha sacrificado su propia vida por llegar, en algún momento indeterminado de su vida, a ser el Jefe del Estado de España, teniendo que estudiar, hacer una carrera militar, aprender idiomas, viajar, trabajar duramente para ello.

Por otro lado, la forma de Estado es algo ciertamente irrelevante en mi opinión. Como hemos dicho desde UPyD, hay monarquías ejemplares y repúblicas aborrecibles y viceversa. Noruega, Bélgica, Suecia, Gran Bretaña, Holanda, son monarquías ciertamente envidiables. Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Guinea Ecuatorial, China, son repúblicas donde no me gustaría vivir. Alemania, EEUU, Francia, Italia, son repúblicas donde podría vivir sin problemas. Y Arabia Saudí, Swazilandia, Omán o Brunei son monarquías donde no me gustaría ir ni como turista. Lo importante, más que la forma de Estado, es el régimen de derechos que se halle vigente en el país del que se trate, y lo diligente que sea el Gobierno en la resolución de los problemas de los ciudadanos. Lo demás es literatura, entretiene pero no sirve para nada.

Vivimos en el Estado Guay: lo que mola es hacernos una camiseta de la selección española con la bandera morada, que mola; y manifestarnos por la República, sin pararnos a analizar las consecuencias, ni en valorar lo que tenemos. Somos un estado adolescente. La gente que habla en un lenguaje belicista es la que no ha estado en ninguna guerra de verdad. Por no hablar de votar no en la sesión parlamentaria en la que se trata de aprobar o no la abdicación del Rey…y hay «republicanos» que votan no y se declaran los últimos juancarlistas…qué país…

Entonces ¿cuál es el problema? Conozco gente cercana a esa línea de pensamiento. Cuando éramos jóvenes, estaban de moda frases como «Borbones a los tiburones» o «la infanta no me la levanta». Éramos guays, de izquierdas y anti monárquicos. El pecado original del Rey es haber sido sancionado por Franco. Y con la iglesia hemos topado. Realmente la gente que pide el referéndum sobre la forma de Estado lo que está diciendo es: la transición fue una bajada de pantalones ante los franquistas, las élites (por no decir la casta, palabra de moda) del franquismo y de la oposición antifranquista (entre ellos el Partido Comunista de entonces, con Santiago Carrillo o Marcelino Camacho, que sí que conocieron en primera persona lo que fue una guerra, de los que ahora reniegan la izquierda guay) llegaron a un acuerdo para mantener el statu quo y pactar una falsa democracia, manteniendo instituciones franquistas, como la monarquía. Y ahora, transcurridos 35 años, ya ha llegado el momento de ganar la guerra civil 75 años después.

En el fondo, la República es un Xanadú, una tierra prometida en la que manan la leche y la miel, como lo es la independencia para los nacionalistas vascos y catalanes. Como si al día siguiente de proclamarse la república el paro bajase al 5% y las listas de espera en la sanidad se esfumaran, y uno se pudiera operar al día siguiente. Nadie de los partidarios de la república explica qué tipo de república sería, si presidencialista o parlamentaria, cuál sería exactamente el papel del presidente en relación con el presidente del Gobierno o con el Parlamento. Porque no hace falta. Porque es un señuelo, un santón, un icono laico. Como la foto del Papa que lleva mi madre. No importa lo que es, sino el símbolo, no es algo racional, sino sentimental, como una medalla del niño Jesús. Y nadie de esos pro referendum se pregunta por ejemplo por la efectividad de la separación de poderes o la vergüenza que supone la intromisión de los partidos políticos en la Justicia, y a algunos de ellos les llega el fango hasta más arriba de los sobacos.

En la dicotomía entre griego y romano, soy muy romano. Soy pragmático por naturaleza. O como decimos por aquí, a mi edad, tonterías las justas. Creo que los políticos existen para solucionar los problemas que hay, no para crear otros nuevos y no arreglar ninguno. No me importa que el abrelatas que tengo en casa lo comprara mi padre, con el que me llevaba a tiros y estuvimos sin hablarnos años. Me importa que abra las latas bien. Y me parece que este rey es el mejor abrelatas que tenemos en casa de largo. Así que no voy a preguntarme quién lo compró, sino cuánto me cuesta mantenerlo y si va a hacer bien su trabajo.

En resumen, antes que preocuparme por el color de los azulejos me inquieta que haya una tubería rota y que el agua me esté llegando ya por la cintura. Pero hay gente a la que el agua le llega por la boca y siguen hablando de que los azulejos los puso Franco. Cuando el agua les deja hablar, que a veces no se les entiende.

2 comentarios en “ESPERARSE AL PRíNCIPE. MONARQUÍA O REPÚBLICA.

  1. Coincido contigo Jose. Hoy en día la capacidad de decisión política del Rey, es casi nula, y el debate entre Monarquía y República no tiene el peso que en el pasado. Creo que merece la pena recordar que en la Constitución se llegaron a muchos acuerdos, con cesiones recíprocas, e igual que tenemos un Estado descentralizado, o un Estado Social, opciones que a algunos no les gustan, tenemos una Monarquía Parlamentaria.

    El Rey en los últimos tiempos ha perdido popularidad, y a mí no me gusta su forma de actuar, pero la institución de la Monarquía si da cierta tranquilidad a una parte de la población. La experiencia de las dos repúblicas anteriores estuvo bastante lejos de ser buena y ha calado en mucha gente (más que la bondad de la Monarquía). No creo que la Monarquía sea la panacea en cualquier país, pero creo que no es un debate conveniente en España hoy. Hace falta estabilidad.

    Espero que el nuevo Rey entienda que tiene que corregir defectos de su padre, que los Derechos Fundamentales de la Constitución sólo se pueden mover a mejor, pero la Monarquía es políticamente sustituible. Debe convencer a todos de su necesidad y llevar una vida lo más ejemplar posible. El Rey ha confiado en el maquillaje de los medios de comunicación de su actuación, y ahora le ha dejado de funcionar.

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